León 11

Lo más importante es la cámara. Dónde se pone. Qué angular eliges. El tiempo que dejas abierto el obturador.

Me llamo Fran, Francisco Mateos Cano. Y este año he decidido, junto a mis compañeros de drama, celebrar los diez años de su fundación. Estarás pensando que una efeméride es un hecho objetivo, sin margen de maniobra. Pero como verás en los siguientes capítulos, la historia es difusa y abstracta. Tendrás que estar muy atento a los detalles para saber si nació aquí o allá.

Sí que hace diez años desde que hice la primera imagen para Nieto Sobejano. Pero todavía queda mucho para llegar ahí.

Ahora es 2010. Mayo. Si te cruzas conmigo por la escuela de arquitectura de Madrid, verás un personaje ambiguo y con demasiadas aspiraciones. Todavía no he abandonado la idea de ser cantautor y por eso la chaqueta de pana. Me la compré en el rastro y, como olía rarísimo, la lavé en la lavandería del colegio mayor. De ahí que el pliegue trasero forme una bolsa ridícula hacia la zona de la cintura.

A mi esperanza de ser arquitecto se debe la carpeta A3 y la mochila plana. Cruzo el vestíbulo hacia la cafetería y allí está Aurora.

Aurora Herrera fue mi profesora de proyectos en segundo y recientemente lo había sido en el último curso. Es una persona brillante, desmesurada y potente. Viste con telas vaporosas y tridimensionales. Yo había elegido su cátedra, la de Justo Isasi, porque Justo era el único catedrático que sabía dar clase de proyectos. No quiero decir que los demás fueran malos profesores. Sobre todo si querías hacer la misma arquitectura que ellos hacían.

Pero Justo era capaz de sentarse enfrente tuya con su mirada esquiva y generosa, mirar tu proyecto y preguntarte: “¿Qué arquitecto quieres ser de mayor?”. Y en función de eso tiraba líneas y te conducía por los vericuetos más emocionantes de tu esperanza. Un profesor humilde y hermoso. A un lado suyo se sentaba Ángel Borrego, al que llegaremos más adelante, y al otro Aurora que siempre me trataba con cariño.

Aunque siempre tengo una actitud retadora y solemne, Aurora se ríe y me habla de Coderch y Utzon, me quita importancia.

Pero ahora estamos en el pasillo y Aurora me coge del brazo. “Voy a hacer un concurso, te necesito.” Y yo floto y llamo a mis padres que se emocionan parcialmente porque todos los padres piensan que su hijo es especial.

Hasta el momento solo había trabajado ayudando a mi amigo Pedro en algún concurso, y con un arquitecto vieja-escuela para hacer un geriátrico en Mota del Cuervo.

Recuerdo que aquel arquitecto me prometió que si el proyecto iba bien me invitaría a sushi en el mejor Japonés de Tetuán. Me quedé todas las noches de esa semana en su estudio de metropolitano. Fui corriendo a Metrovacesa. Entregué los planos, volví al estudio y me quedé esperando su aprobación en forma de niguiri. En su lugar me dio un cheque de ciento veinte euros por dos semanas de trabajo que me gasté al salir en un boli Faber Castell.

Pero volvamos a Aurora, que me ha citado en su estudio a las seis de la tarde de un miércoles. Me miro al espejo y me doy ánimos. Dejo mi pequeño y maravilloso estudio en la calle Fuencarral para llegar a Quintana. El barrio es como cualquiera. Locutorios, tiendas de ropa y fruta, de colchones. Subo al primero y llamo a la puerta. Una chica de mediana edad me abre y me mira como si fuera un gato en la carretera. Me dice que espere en una sala de reuniones amplia y luminosa que queda al fondo. Hay un perro postrado en un sofá precioso.

Pasa una hora y sigo solo, dibujando tonterías en mi recién estrenada Moleskine. El perro me mira desafiante. Al rato llegan dos chicos. Javi, se presenta, está muy delgado y tiene los ojos color azul eléctrico. Derrocha una actitud despreocupada y risueña. A su lado, Manolo, despliega un ejército de carisma. La habitación se llena.

Estamos un rato esperando juntos a Aurora. Me siento un intruso pero saco lo mejor de mi repertorio para estar a la altura de los dos desconocidos. Me divierte sentirme fuera de lugar. Cómo pensar que esos dos chicos que tenía delante iban a cambiar mi vida para siempre. Aurora aparece por la puerta.

Da vueltas por la estancia dejando bolsos y planos. No deja sin cubrir un solo centímetro cúbico. Parece el diablo de Tasmania. Se sienta, me guiña un ojo: Mirad, este es Fran, mi colaborador. Fran, ellos son Javi y Manolo. De León 11.

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Drama es un estudio de visualización arquitectónica. Vivimos en el lugar donde nacen los proyectos. A medio camino entre la ensoñación y la materia. 
Trabajamos para permanecer en la memoria y aspiramos, cuando la arquitectura se abre paso, a ser olvidados.

Drama es un estudio de visualización arquitectónica. Vivimos en el lugar donde nacen los proyectos. A medio camino entre la ensoñación y la materia. 
Trabajamos para permanecer en la memoria y aspiramos, cuando la arquitectura se abre paso, a ser olvidados.