Queridos Ayala, aquí la radiografía de otro año. Mejor que el anterior, que nos mantuvo encerrados y lejos (ya no sé si por obligación o inercia). Otro año que disfrutamos de vuestra generosidad (hace ya seis años desde que Viena nos pusiera en vuestro camino). Tiempo suficiente para que todo cambie. El tiempo justo para que todo permanezca.
Este, como todos, ha sido un año de cambio. No sé si de paradigma pero para nosotros casi. Cada cierto tiempo alguien anuncia la muerte de las imágenes. El video, decían; la Inteligencia Artificial, dicen ahora. Y nosotros en el metro, en bicicleta o en mitad de un atasco yendo cada día al estudio con la única esperanza de congelar el tiempo. De parar el sol en el momento justo o hacer crecer un árbol hasta que arroje la sombra que necesitamos. Ojalá ser eso, una sombra en cualquier camino.
Hace unos meses me obsesionó la idea de comprarme una pequeña casa de campo. Nada ambicioso, solo un cobertizo desde el que tomar distancia. Después de muchos intentos quedé con una señora de casi noventa años para que me enseñara un pequeño terreno en Sierra Morena. Tuve que recogerla en su casa de Córdoba y cuando llegamos a la finca, el sol había caído lo justo y llegaba tamizado al jardín delantero. La señora me dijo que ahora el terreno lo cuidaba un pony: “Mira, ahí lo tienes”. Un pony blanco y humilde. Rebajando el césped o galopando rutinariamente.
Al final no compré la casa pero muchas noches (y algunas tardes), cuando el agobio, el estrés o la prisa me abordan de forma inevitable… pienso en ese pony. Y estoy allí, recogiendo lavanda o reservando leña o simplemente esperando que el sol me caliente las manos.
Supongo que quiero decir que hay imágenes que acuden al rescate y ojalá nosotros podamos seguir trabajando para hacer las vuestras.
Feliz Navidad queridos Ayala. De vuestros amigos, Pablo, Eloy y Fran.
